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El 11 de junio pasado hubo una jornada de concientización sobre la Ley de Fomento a las Revistas  Culturales Independientes en la plaza de Congreso de la Nación. Un día antes de que empiece la Copa del Mundo y que nadie, absolutamente nadie, le dé bola a nada que no remita al agujero negro simbólico que, obvia e inevitablemente, es un mundial de fútbol.

Mi primer sueño es jugar un mundial y el segundo que salga la Ley de revistas independientes

Ok, somos así, nos mandan a comprar helado y traemos sólo de limón. Tenemos que competir en un mercado saturado con el genial valor agregado de tener una producción desmarcada de las agendas mainstream y no pensamos en términos de mercado, producto, valor agregado y competitividad. O peor, podríamos ser la Asociación de Revistas Culturales Independientes de Irak e intentar hacer jornadas de concientización un día antes de la semana nacional de la explosión de camionetas bomba. Ahí sí la tendríamos difícil. Igual, no se lo tomen tan en serio, amigos, sólo somos revistas. No necesitamos un Facundo Arana que nos arrulle y nos sirva desayunos de bambú; pequeños retoños crecen silentes en la jungla milenaria, los aldeanos, al llevar por los senderos cántaros con agua, cuidan no pisarlos. No somos pandas, sólo preferimos no comprar un auto y arriesgarnos a la cruzada de lanzar una publicación porque quisimos, porque tenemos ganas.
Entonces, ¿por qué usted, que hace su vida sin geder al prójimo, debería preocuparse por unos miles de jóvenes que defienden como pueden la sanción de una Ley de subsidios para la producción de sus revistas? Porque, oh, amigo que se indigna cuando sucumbe en la deriva del dial: paréntesis: ¿alguien –joven- escucha radio? ¿Alguien orienta sus sentidos hacia un mensaje que circula a través de un medio de comunicación que inherentemente reclama un porcentaje del funcionamiento cerebral hasta ese momento utilizado en necesidades orgánicas como esquivar la apremiante angustia de vivir o jugar candy crush? Porque, oh, amigo que se indigna con la programación de la radio, que frunce la nariz frente a la pantalla, que compra un diario sólo para comprobar que el mundo debería haber perecido insoportable en 2012, porque la única manera en que la basura que espera al abrir la primera página, apretar power o –viaje a 1992 o envejecimiento prematuro mediante - encender la radio, sólo puede ser combatida con ángulos diferentes de abordar lo real, lo cultural, lo todo.
La brújula del consumo de varias generaciones están en manos de –en el mejor de los casos- personas que son como el Rifle Varela pero con pines de Ska-P o tatuajes en los antebrazos. Las personas mayores tienen su Mario Mactas, su Alejandro Dolina, su Mario Pergolini. Ellos ya están. Si se sancionó una Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que (le damos crédito) vino para cambiar un rancio paradigma comunicacional que aún no terminó baleado en un rincón, ¿es tan extraño pretender un cambio, aunque no sea estructural, de la forma en la que se producen y distribuyen los medios gráficos? Después es quejarse cuando ves cómo la mente de tu hermano menor se pudre como un melón al sol de enero en el playón de un estacionamiento. Quejarse porque son todos indies lo fi falopa  - ya está amigos, empecemos a aflojar un poco, fue bueno mientras duró.  Quejarse porque ves notas sobre el comando lobotomizador Acción Poética.  Quejarse porque Fito Páez. Todo tiene que ver con todo y sobre todo con la guita que nos tienen que bajar antes de que se corte el chorro y un tipo como Ritondo (imaginátelo como tu cuñado, no te gustaría que ande con tu hermana ¿viste?) termine de ministro de Cultura. Ahí, cuando la oferta empiece y termine con la chica de TN que se viste como hippie-chic-rockera-UADE-perocadatantopegounasflores, ahí, cuando la única contraoferta sean bares culturales intelectualoides frecuentados por docentes “con onda” que atrasan más que una epidemia de polio, ahí, cuando el único riesgo artístico sea no pagar Netflix, ahí te vas a querer matar. Y nosotros también, porque ya vamos a estar trabajando de cualquier cosa menos de esto. Unidad de los trabajadores, y al que no le gusta, se va a un call center. Unidad de las revistas culturales, queremos la guita para empezar a cambiar el modo de producción, circulación  y consumo de la cultura en el país. Spinetta diría “Bajo la herencia, la inmortalidad /
cultura y poder son esta porno bajón”, pero quizá sea más apropiado trastocar una cita del pordiosero Cristian “Toti” Iglesias: “Toda esa gente que habla mal de nosotros / que nos chupen la pija, que la chupen a morir”.

 

Por "Saúl Carletti"

Notas de la sección:

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